Leí hace años La córdoba de los Omeyas, un ensayo que me fascinó. Y vuelvo a menudo a otro de sus ensayos: La verdad de la ficción. El último, Todo lo que era sólido, lo he leído muy recientemente. Aunque discrepo de muchas de sus opiniones, las referidas a los temas de educación, me gusta la mirada que proyecta sobre la realidad. Tengo un montón de artículos recortados de sus colaboraciones en la prensa, manoseados y utilizados por mí para los comentarios de texto de Selectividad. Amarillean en las carpetas, pero me resisto a su pérdida. Internet nos ha permitido una mejor clasificación de este tipo de escritos, pero de una u otra forma sus textos aguantan el paso del tiempo porque están protegidos por la mirada del creador de historias. En Ventanas de Manhattan nos trasladó a su experiencia neoyorquina.
Como novelista me interesó desde su primera obra: Beatus ille (1986). El invierno en Lisboa (1987) y Beltenebros (1989) junto a Beatus ille se incorporaron a mi lista de lecturas recomendadas para mis alumnos del IES Santa Eulalia entonces. El jinete polaco, premio Planeta de 1991, le dio un respiro en la difícil vida de un escritor y le permitió dedicarse a la creación por entero. Siempre me he sentido identificada con su palabra, con sus vivencias , con sus recuerdos, excepto con los de Ardor guerrero porque no los viví y menos mal. Pero disfruté muchísimo con El viento de la Luna (2006).
Su buen hacer por la lengua y la creación literaria le llevó con 39 años a un sillón de Real Academia de la Lengua.
Un autor verdadero, de Úbeda, de su tierra, de su gente, pero universal como son todos los grandes creadores que no pretenden ni adulan, que son. Enhorabuena para él y para todos los que hemos leído su obra, la leemos y la leerán.
LA WEB DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA
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